El Consejo Estatal del Azúcar, perteneciente al gobierno y gestor de toda la explotación de la caña de azúcar en el país hasta los años 90, se organizaba el los llamados "ingenios", que comprendían grandes regiones de cultivo que era procesado en una misma planta refinadora.
Dentro de cada ingenio el CEA establecía pequeñas comunidades en las que alojar a sus trabajadores. Consistían en su mayoría en barracas comunitarias, en las cuales los braceros vivían hacinados y en unas condiciones pésimas.
La mayoría de estos braceros eran haitianos. Y aún lo siguen siendo los actuales habitantes de los bateyes, que continúan existiendo, como comunidades rurales aisladas, que sobreviven gracias a una agricultura y ganaderías de subsistencia, olvidados por el que fue su país de origen y sin aceptación del país en el que residen.
Pero Haití sigue presente en los bateyes, el creol es la lengua que aquí se habla, y las costumbres, aunque olvidado su significado, se mantienen. Así en Semana Santa se puede ver el tradicional Gagá haitiano, aunque algo descafeinado.